El ex presidente de Perú Pedro Castillo ha sido depuesto y detenido tras un intento de autogolpe de Estado. Castillo no gozaba de ningún apoyo en el ejército ni entre la población.
Perú tiene por primera vez una presidenta. Después de que el Congreso depusiera al anterior presidente, Pedro Castillo, el miércoles por la noche, la actual vicepresidenta, Dina Boluarte, tomó posesión de su cargo. Poco después de la votación en el Congreso, la abogada y política de 60 años juró su nuevo cargo. Es consciente de su «enorme responsabilidad», dijo Boluarte. Su primera tarea, dijo, fue llamar a la mayor unidad posible entre todos los peruanos. Es necesaria una «tregua política» para formar un gobierno de unidad nacional.
En dos ocasiones, Castillo, que había sido objeto de críticas por acusaciones de abuso de poder y corrupción, había logrado eludir la destitución. El hecho de que el tercer intento de este tipo encontrara poca resistencia en el Congreso este miércoles fue culpa del propio Castillo. Unas horas antes de la votación programada, Castillo se había dirigido a la nación con manos temblorosas, declarando que disolvería el Congreso y declararía un gobierno de emergencia. Castillo también anunció una «reorganización» del poder judicial, así como nuevas elecciones y una nueva Constitución. «El Congreso ha destruido el Estado de Derecho, la democracia y el equilibrio entre los poderes del Estado», dijo Castillo.
Mucho recordaba al 5 de abril de 1992, día en que el entonces presidente de Perú, Alberto Fujimori, disolvió el Congreso en un autogolpe, interfirió en el poder judicial, suspendió la Constitución y declaró un gobierno de emergencia. Fujimori gobernó entonces de forma autoritaria hasta noviembre de 2000, cuando abandonó el país tras su segunda reelección en medio de acusaciones de fraude y corrupción. El hecho de que Fujimori se saliera con la suya con su autogolpe hace treinta años tuvo dos razones: No sólo tenía al ejército de su lado, sino también a la mayoría de los peruanos.
Su propio partido se distancia de Castillo
Castillo, en cambio, se quedó solo en su intento de socavar la Constitución y los poderes del Estado. La soledad quedó patente tras su discurso. No sólo las fuerzas de seguridad, el poder judicial y los representantes del pueblo en el Congreso hablaron de golpe de Estado, sino también su propio Gobierno. Un ministro tras otro dimitieron tras el avance de Castillo. Al final, incluso el partido de izquierdas de Castillo, Perú Libre, se distanció de la acción unilateral de su presidente. Castillo tampoco podía contar con la población. Según los últimos sondeos, el 70% de la población estaba en contra de la dimisión de Castillo.
El Congreso se reunió poco después como estaba previsto y destituyó a Castillo por 101 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. Tras la votación, los diputados estallaron en júbilo. Poco después, la Policía Nacional de Perú publicó en Twitter una foto de Castillo en la que aparecía en una comisaría. Había «intervenido» de acuerdo con sus obligaciones, dijo la policía. Los medios de comunicación locales informaron de que había sido interrogado por los fiscales. Anteriormente, circularon rumores sobre una posible huida de Castillo y su familia a una embajada extranjera. No está claro a qué castigo se enfrenta el ex presidente.
La medida de Castillo era inconstitucional. En Perú, el Presidente tiene derecho a disolver el poder legislativo y convocar nuevas elecciones, pero sólo si se producen dos mociones de censura consecutivas contra el gobierno. Esta situación no existía. El fallido autogolpe de Castillo fue duramente criticado no sólo en el propio Perú, sino también en el extranjero por varios miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), que el miércoles seguía reunida en sesión extraordinaria.
Seis presidentes en seis años
Castillo, hijo de campesinos, ex profesor y sindicalista de la región andina, llegó sorprendentemente a la segunda vuelta de las elecciones del año pasado, en las que se impuso a la influyente política conservadora Keiko Fujimori, hija del ex presidente. Su mandato hasta ahora ha estado marcado por una constante lucha de poder entre el Gobierno y el Congreso de la oposición. Castillo ha ocupado más de 60 cargos ministeriales durante este tiempo. Sus adversarios políticos, pero también numerosos analistas, le acusaron de improvisar y de no estar a la altura de las circunstancias. En los últimos meses han aumentado las acusaciones de abuso de poder y corrupción contra Castillo y varios miembros de su familia y aliados cercanos. También ha habido varias acusaciones contra el Presidente.
Con la destitución de Castillo, Perú ha defendido sus instituciones y ha evitado un golpe de Estado. Pero la crisis política del país, gobernado por seis presidentes en los últimos seis años, persiste. Los observadores suponen que el sucesor de Castillo, Boluarte, también de izquierdas, contará inicialmente con el apoyo del Congreso. Sin embargo, si no logra construir una coalición fuerte para gobernar el país y abordar los numerosos problemas de Perú, la inestabilidad política continuará. Tarde o temprano, esto podría llevar a los peruanos a pedir salvadores, incluso a los que piensan mal de la democracia. Las encuestas muestran que el apoyo a la democracia ha disminuido más en Perú en los últimos años que en otros países de la región.